Como se puede comprender fácilmente, la noción de belleza es un concepto filosófico, pero para un científico debería ser una propiedad mesurable de la materia. El espíritu científico lo quiere cuantificar todo, buscando una lógica matemática que nos defina lo que es bello y lo que no lo es. Buscamos la belleza absoluta como si fuera el cero absoluto de la materia y pudiéramos cuantificar la separación de esta propiedad, aumentando progresivamente los grados de fealdad de lo que conocemos como antiestético.

Definiremos el concepto de belleza refiriéndonos a la cualidad física, pero existen múltiples factores que intervienen en su percepción. Para empezar estas reflexiones, definiremos la belleza física en el sentido clásico del término.

La belleza humana

Para que la comprensión sea lo más clara posible, nos referiremos en primer lugar a la belleza humana. En un principio nos basaremos en la belleza exterior, lo que entendemos como atractivo físico. Sin considerar por ello tomar una decisión sexista, hemos elegido a la mujer como símbolo de belleza natural.

En los concursos de belleza se elige a la muchacha más guapa por consenso, empleando a un grupo de personas, que se cree cualificadas para su votación. Esta medida de la belleza con base a la opinión general parece la más correcta. Su resultado, suponiendo siempre la honestidad de los votantes, será la elección de una persona de rasgos faciales simétricos y cuyo cuerpo posea las proporciones perfectas, provenientes del clasicismo griego.

Este tipo de belleza consensuado será totalmente armónico, conservando la frialdad de una diosa griega. Si de lo general pasamos a lo particular, encontraremos un tipo de belleza personal que puede ser diferente para cada persona, pero creemos que sus propiedades fundamentales no diferirán demasiado en la mayoría de los casos.

 

La atracción

Introduciremos ahora un concepto muy importante en la valoración de la belleza. Es el de atracción. Cuando aparece este fenómeno natural conocido como atracción mutua entre dos personas, el concepto de belleza queda desfigurado por los sentimientos. Por ello en este estudio primario debemos prescindir de su valoración.

Cuando en tus relaciones encuentras a una persona atractiva, la admiras por su belleza física, sin intervención de ningún sentimiento. La encuentras agradable, te gusta tenerla a tu lado, pero esto no significa que deban aparecer sentimientos más íntimos. Si este fuera el caso, nos atraerían todas las personas físicamente agradables que encontráramos en nuestro camino, lo cual es una falacia. Para que surja la atracción es necesario establecer una comunicación sentimental recíproca, en la cual el concepto de belleza queda difuminado.

 

El amor platónico

Puede darse el caso de la idealización de una persona, tomando como base su belleza física. En este caso se crean unos elementos sentimentales ficticios, el llamado amor platónico, que en la realidad no existen. El concepto tomado de Platón se ha tergiversado en el lenguaje popular, tomándolo como aquel amor hacia algo inalcanzable, una acepción totalmente falsa de lo que dicen las teorías del filósofo griego.

Para Platón, la atracción es el impulso que lleva al conocimiento de la forma de la belleza y a su contemplación. Es un proceso gradual, que empieza con la apreciación de la belleza puramente física de una persona, avanzando hacia la apreciación de la belleza espiritual, como puede ser su carácter. Este proceso culmina en el conocimiento de la idea de la belleza, en cuanto es lo único que es bello en sí mismo y por sí mismo. Esta es la idealidad del amor platónico, el amar las formas o ideas inteligibles y perfectas. No existen elementos sexuales, porque el auténtico amor no es el que se dirige a una persona, sino el que se orienta hacia la esencia trascendente de la belleza en sí, algo que se mantiene incorruptible y siempre igual a sí mismo.

 

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